viernes, 19 de junio de 2009

TEXTO SOLIDARIDAD CATEDRATICO JAVIER MARTINEZ GIL

Por el interés de lo que manifiesta el "padre" de la Nueva Cultura del Agua, publicamos directamente el texto de adhesión remitido a la Red, ante la imposibilidad de estar presente físicamente en la manifestación.

EL TAJO, ESPEJO DE UNA REALIDAD
Queridos amigos de la Red de la Nueva Cultura del Agua del Tajo:
Quiero expresar públicamente todo mi apoyo y solidaridad al espíritu de la manifestación ciudadana que tendrá lugar el próximo 20 de Junio en Talavera de la Reina.

Como "padre" que me considero de esa filosofía hidrológica hoy mundialmente conocida como la Nueva Cultura del Agua, debo decir que la situación del Tajo y su red de ríos tributarios es el paradigma de lo contrario; es un ejemplo claro y lamentable de la anticultura del agua, que en unas pocas décadas ha convertido al Tajo en lo que es: un cadáver hidrológico del mal llamado progreso, resultado de un modelo desarrollo deshumanizado, ecocida y antropofágico, basado en la codicia, para el que todo aquello que pueda tener un valor de mercado debe ser objeto de explotación, que ha llegado a hacer de la naturaleza el chivo expiatorio de un afán patológico de depredación, que no tiene limite de satisfacción posible mientras haya algo que pueda ser explotado y/o privatizado.

Si no somos capaces de poner por delante unos valores diferentes, de orden humano y cultural, que frenen la actual voracidad, nuestros ríos y la naturaleza entera con ellos, están abocados a una situación final de holocausto total. El Tajo ya ha llegado a esa situación; de su grandeza pasada apenas quedan unos despojos.
A fuerza de mirar los ríos como algo a aprovechar sin mesura, hemos caído en el vandalismo total; nos hemos olvidado de lo que los ríos son y de lo que representan para el ser humano. Nos hemos olvidado de los derechos fundamentales de las generaciones venideras. Por eso, lo poco que hoy queda en nuestro país, los restos de su naufragio hidrológico general, aún sigue estando en el punto de mira de nuevos saqueos y especulaciones.
Los ríos son, ante todo, naturaleza, función y equilibrio; están donde están no por capricho, sino como resultado de un gran y delicado equilibrio planetario, cumpliendo unas funciones que no es sabio por nuestra parte alterar más allá de un determinado nivel, que en el caso del Tajo hemos sobrepasado ampliamente.
El Tajo, como otros tantos de nuestros grandes ríos peninsulares, debería estar en la "Unidad de Cuidados Hidrológicos Intensivos", y en cambio sigue está en el deseo de estrujarlo todavía un poco más. Todo ello desde la connivencia de la propia autoridad medioambiental encargada de preservarlo. Hablemos claro, una autoridad que es la viva imagen del zorro cuidando el gallinero. Lo hemos vuelto a ver en esa parodia de diseño que ha sido el proceso participativo para el nuevo plan de cuenca. Hablemos claro; de lo contrario no hay forma de entender lo que pasa.
Hemos olvidado que los ríos son parte consustancial de los territorios por los que discurren, y que forman parte de su propia esencia. Para las gentes ribereñas, los ríos son un patrimonio sagrado de memoria y de identidad, una forma de bienestar natural y una fuente de evocación de la belleza y la armonía de la naturaleza, y de nuestra vinculación a ella, de forma que destruir un río es una auténtica amputación espiritual que se hace al ser humano. Todo tiene un orden y una mesura, la pasarlos se cae en el vandalismo, en la destrucción irresponsable e innecesaria.
Hoy, cuando la tecnología permite reutilizar, reciclar, depurar, potabilizar y desalinizar el agua en cantidades industriales, no hay en nuestro país razón objetiva de necesidad de nadie que permita seguir destruyendo el Tajo y sus ríos.
Otras razones son los afanes insaciables de negocio y especulación, mal llamados ”necesidades”, o la alimentación de una espiral de desarrollo humano y materialmente insostenibles, que es donde en realidad estamos, con la connivencia de la administración, gobernada en cada momento por quien ostenta el poder. Gobernar es administrar sabiendo ponderar derechos fundamentales y apetencias, inmediateces y valores trascendentes; es velar por los intereses de las generaciones venideras, más allá de oportunismos y coyunturas del momento.
Se dice del agua y de los ríos que la gran propiedad que tienen, la mas grande de todas, es que no son propiedad de nadie. Hoy el Tajo y sus aguas, ¿de quién son?
No es necesario referir nombres, todos los sabemos. Hoy lo es de empresas españolas; mañana lo serán de multinacionales anónimas, sin rostro, sin alma y sin sentimientos. Nos están robando el país y la identidad
Hemos ido demasiado lejos, hasta caer en la autodestrucción. Quienes tenían la responsabilidad de administrar un patrimonio tan singular como los ríos, sus aguas, sus biodiversidades, su salud y sus paisajes, lo han hecho mal, rematadamente mal, intencionadamente mal. Han tenido y tienen una visión cortijera de su función. De esa suerte, del Tajo han hecho y siguen haciendo un
recurso a rapiñar, un botín y un cromo de sus juegos de intereses.
Las intenciones de futuro nuevo Plan Hidrológico de la cuenca van por el mismo camino de siempre; son una violación de los compromisos con la Directiva Marco del Agua. Ha cambiado el lenguaje, “porque algo hay que cambiar para que nada cambie”; ha cambiado el lenguaje, un lenguaje de mentira, porque la mentira descarada ya no es pecado social; por eso hoy todo es “participación”, “decisión democrática”, “respeto a lo ecológico”, “caudales ambientales”, “evaluaciones de impacto ambiental positivas”, “aguas sobrantes”, “solidaridad interregional”,
“corrección de desequilibrios hidrológicos naturales”, “necesidades ajenas”… y demás milongas de ese mundo de mentira y engaño que se sirve de un lenguaje perverso para justificar sus oscuras intenciones. La realidad es que nuestra sociedad no cree en las instituciones medioambientales; no se fía de ellas. Y así no se puede gobernar
Ha llegado la hora del Tajo. La hora del basta ya. La hora de la dignidad de los territorios. Ha llegado la hora de instaurar unas políticas del agua nuevas, basadas en la reasignación de usos, en las revisiones concesionales y en el sentido del límite, porque lo que pudo haber sido justo y necesario hace cincuenta o sesenta años, hoy no siempre lo es el interés general puede exigir
otra cosa.
No nos podemos dejar engañar desde la verborrea de un discurso orwelliano basado en la manipulación del lenguaje, ni desde la coartada del progreso y el interés general, y menos desde la demagógica y perversa excusa de crear puestos de trabajo, porque por ahí llegaremos a hacer verdad la filosofía de esa viñeta de EL Roto en la que se ve a gente manifestándose, portando pancartas que piden a los ciudadanos “Apoya la corrupción, que genera empleo” . Tenemos
que denunciar lo que es una clara huida hacia delante, insostenibilidad manifiesta, porque es como dar más droga al drogadicto.
Tenemos que reclamar el derecho de la belleza natural. No estamos autorizados a seguir destruyendo más y más. Las aguas deben empezara a volver poco a poco a sus cauces; hemos ido demasiado lejos; hay que reconducir la situación. Hoy, nuestra obligación moral es detener el fluviocidio institucional, y tratar de recomponer y reponer lo que sea posible.
Para empezar, lo poco que queda ya en la cuenca el Tajo, dotado aún de un cierto poder de evocación, en su ríos más recónditos, es de los ciudadanos “sin papeles”; es decir, de aquellos que no tenemos derechos concesionales, pero que somos sus usuarios naturales, de los ríos, por su belleza y simbolismo, como lo somos del aire que respiramos. La belleza es para el ser humano un alimento de primera necesidad, aunque no seamos conscientes de ello
Los ríos son nuestros espejos; nos dicen muchas cosas de nuestra propia sociedad y sus mentiras. Unos ríos degradados y usurpados, son el reflejo, por un lado, de la prepotencia que gobierna un país, y por otro de un sentido de la propia dignidad e identidad perdidos, que es preciso recuperar desde un enérgico "basta ya".
Basta ya de tanto vandalismo disfrazado de progreso e interés general. Nos están asaltando la casa. Ha llegado la hora del Tajo. Ha llegado la hora de un progreso humanizado; es decir, de un progreso capaz de atender la dimensión material y espiritual del desarrollo humano. Hoy estamos llamando progreso a la barbarie, y gobierno al sentido cortijero de la función pública de servicio a la sociedad. Tenemos que salir de este hoyo.
El Tajo, actuando de espejo de una situación, nos va ayudar.
Fco. Javier Martínez Gil
Fundación Nueva Cultura del Agua
Catedrático de Hidrogeología Univ. Zaragoza

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